Seguimos estando ciegos.

Las personas que más me desconciertan son aquellas que llegan a actuar en contra de sí mismas, en contra de lo que piensan, en contra de su moral o de sus principios. 
Esas personas que huyen, que alejan a las personas que más las quieren, que incluso lastiman a aquellos que solo quieren ayudar. Esas que finalmente acaban amando, justa e irónicamente, a quiénes más daño les hacen. 
Debería parecernos horrible llevar una vida completamente infeliz. Habernos creado esto, simple y llanamente, por las pésimas decisiones que nos empeñamos en seguir teniendo. 
Y sí, efectivamente me incluyo, y es que también creo que a veces las peores decisiones se toman con el corazón.
Soy totalmente consciente de que vida solo hay una, que hay que vivirla, que no deberíamos ponernos muros de ningún tipo a nosotros mismos, que siempre deberíamos ir a por el sí, tirarnos a la piscina sin pensarlo demasiado
Pero también soy consciente de que la mayoría de las veces que escuchamos a nuestro corazón, nuestros pensamientos están tomando una dirección muy distinta; y le hacemos caso, aunque sepamos que no es buena idea, lo hacemos.
Nos viene de fábrica eso de que tenemos que escuchar siempre a nuestro corazón. 
Parece que no aprendemos, parece que no nos damos cuenta de que cuando dejamos que sean solo las emociones las que decidan por encima de la lógica, por encima de la razón, incluso por encima de la coherencia, acabamos estancados de nuevo en la casilla de salida, igual de infelices que al principio, incluso puede que peor; y es que las mayores estupideces se hacen por amor, y no por ello dejan de ser estupideces. 

(Paris, 2016)

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